Miércoles, 9 de febrero de 2005

 

OPINIÓN.

El autor pide a los ciudadanos que acudan a votar el día 20, a pesar de que el referéndum sobre la Constitución Europea pueda parecer un acto inútil.

PEDRO ÁLVAREZ DE FRUTOS / Ex senador del PSOE y profesor de Historia.

Merece la pena votar y votar `sí´

Se contaba hace unos años una broma sobre los argentinos y Europa. Se decía, entonces, que los argentinos eran los únicos realmente europeos porque cuando se preguntaba a los habitantes de nuestro continente por su procedencia todos respondíamos por nuestra nacionalidad, pero si se hacía la misma preguntaba a los argentinos éstos respondían: somos argentinos, pero como si fuéramos europeos.

El próximo día 20 de febrero los españoles estamos convocados a las urnas para expresar nuestra opinión sobre el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa y si los sondeos no yerran parece que el resultado será claramente favorable al sí, pero con una fuerte abstención, que dejará a nuestro país en una cierta posición de desaire frente a los otros países.

Ciertamente la lectura del Tratado es muy costosa y a él hay que añadir los Protocolos, las Declaraciones y el Acta Final. Su extensión e incluso, en ocasiones, su redacción le hacen poco o nada agradable. Por otra parte, el hecho de que nuestro presidente del Gobierno, como hicieron el resto de Jefes de Estado y de Gobierno, lo firmara en su día, lo convierte en un acto próximo, sino instalado en la inutilidad, puesto que bastaría con la aprobación por las Cortes. Sin embargo, merece la pena votar.

En el año 1986 España ingresaba en la, entonces, Comunidad Económica Europea, y para la mayor parte de los españoles, nuestro ingreso, era la culminación de un larguísimo proceso de normalización política, que habíamos comenzado con las primeras elecciones democráticas, posteriores a la Dictadura. Fue un momento de gran alegría política. España, ¡por fin! formaba parte del selecto club de países de la Europa democrática; una situación que veníamos contemplando como objetivo prioritario como país y como ciudadanos, pero también fue un momento para reconocer la enorme cantidad de tiempo perdido. Comenzábamos a formar parte de la Europa de los derechos humanos y de las libertades, pero lo hacíamos cuando ésta había recorrido un largo camino sin nosotros.

En esta ocasión las cosas han cambiado mucho. Por primera vez los ciudadanos  españoles tenemos la oportunidad de participar en un acontecimiento europeo, que es origen y principio de una nueva situación. Por primera vez, ¿desde hace cuánto tiempo?, los españoles junto con la mayor parte de los países de Europa estamos presentes en un acto fundacional europeo: la aprobación del Tratado Constitucional. Los españoles somos los primeros ciudadanos de Europa que tenemos la oportunidad de opinar sobre el Tratado de Constitución y, recordando aquel día del ingreso en la CEE, no puedo sino expresar mi satisfacción por haber contribuido como ciudadano a ingresar en la Comunidad, entonces, y aprobar la Constitución, ahora, habiendo recorrido, como país, un largo y duro camino.

Hace no muchos años pensar que los españoles pudiéramos ser  referencia en algo para el resto de los europeos era inimaginable, nuestro sueño era estar con todos ellos. Ahora ya estamos con todos, aprovechémoslo votando y mostrando nuestra satisfacción de europeos.

Y una vez que he decidido votar, la cuestión es qué votar. El debate hasta ahora no ha sido especialmente intenso y una vez comenzada la campaña electoral los lemas y frases propagandísticas por sí solas no pueden aclarar el largo contenido del Tratado, de manera que o nos fiamos de lo que proponen nuestros políticos o hacemos el esfuerzo de leerlo.

En cualquier caso hay dos argumentos totalmente desechables. El primero hace referencia al resultado. Como es previsible que el resultado sea  sí, no es necesario mi voto. Sin embargo un número elevado de votantes y una mayoría significativa de síes sería una guía para el resto de ciudadanos europeos y la población española pondría de manifiesto su vocación europeísta en la primera ocasión singular en la que le han permitido dar su opinión. En este punto, como ciudadanos, es de agradecer al Gobierno que nos haya proporcionado esta oportunidad y el referéndum, así, cobra significado político.

Por otra parte se esgrime el argumento de que el Gobierno convoca este referéndum de manera plebiscitaria para mayor gloria suya; siguiéndolo se podría caer en la tentación de darle un toque de atención, si es que no se está de acuerdo con sus políticas, no votando o votando no. Pero esto sería un grave error ciudadano, sería como dar un patada al Gobierno en el culo, con perdón, de Europa. De igual manera que cada día tiene su afán, cada proceso electoral tiene su objetivo y el actual es decidir si el Tratado de Constitución para Europa mejora nuestra situación como ciudadanos europeos o no. Tiempo y ocasión habrá, si es que no se está de acuerdo con el Gobierno, de manifestárselo.

Por último, quiero sugerir al lector que se atreva, aunque sólo sea, con la lectura de los primeros cuatro artículos del Título I. Que veinticinco países, que han pasado siglos guerreando entre ellos, firmen y se comprometan con estos artículos ya es un avance, que por sí sólo merece la pena apoyar; si el amable lector se atreve con más verá que las satisfacciones aumentan, pero como en toda obra humana la satisfacción no será total, de manera que descubrirá ámbitos de actuación del Tratado claramente perfectibles, lo que a los amantes de Europa nos deja ocasión para seguir mejorando y, a partir de ahora, prestar mucha atención a las elecciones al Parlamento Europeo; que la mayoría sea popular, liberal o socialista será mucho más importante que antes.

En cualquier caso, una vez aprobado el Tratado podremos decir con absoluta certeza que somos ciudadanos de Europa.