Pedro Álvarez de Frutos

 

El sueño de la razón produce monstruos

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Reflexión o propaganda en el reino de los sofistas

Teníamos un problema y lo hemos resuelto“, dijo un presidente del Gobierno español del que no diré el nombre para no distraer al lector de la cuestión principal. Es una frase corta, rotunda que invita a la tranquilidad y al sosiego porque ya no hay problema, se solucionó. Lo solucionó quien dijo la frase y el oyente o lector queda tranquilo al oírla o leerla. Sin embargo, hoy aquella frase forma parte de la propaganda porque, en realidad, el problema al que se refería, diecinueve años después sigue existiendo.

Frente a la propaganda está la reflexión. El análisis del problema, la averiguación de sus causas, los diferentes ámbitos del conocimiento desde el que aproximarse a él, los distintos puntos de vista, las posibles soluciones en función de ellos y las consecuencias que nos muestran cada uno de ellos, etc.

La reflexión comienza con la duda, que es el principio del conocimiento, pero la duda es incómoda, nos pone sobre un terreno inestable y de opinión y, aunque el conocimiento es necesario y lo único que puede resolver un problema, no solo no asegura una respuesta sencilla sino que augura nuevas dudas.

La propaganda se sitúa en el reino de los sofistas. Estos fueron unos griegos que en el siglo V a.C. se propusieron, entre otros objetivos, educar a los jóvenes para que pudieran enfrentarse a las crecientes complicaciones de la democracia ateniense de la época, mediante una actitud práctica con la que poder alcanzar el éxito en las relaciones sociales y la eficacia en la vida política, de manera que la instrucción sofista, pagada naturalmente, no tenía intención de alcanzar la verdad sino de convencer a los oyentes de las asambleas atenienses de lo que parecía más ventajoso. No importaba que hubiera que retorcer los argumentos, lo importante era triunfar en la asamblea, ganar el debate.

Sócrates vivió en Atenas al tiempo que los sofistas y este andaba por las calles preguntando y repreguntando a la gente con el ánimo de que se investigaran a sí mismos y llegaran a la certeza de que quien desatiende su propia vida, quien no la examina convenientemente, no puede alcanzar la virtud, que él identificaba con el conocimiento, y, por tanto, no era el más indicado para salvaguardar la vida ciudadana porque sería causa de la desgracia y la ruina de la polis, es decir, de Atenas. Terminó condenado a muerte por pervertir a los jóvenes. Se lo mereció porque pretendía nada más y nada menos que los jóvenes atenienses pensaran, que razonaran, que tuvieran una existencia virtuosa que mostrar al resto de los ciudadanos y, efectivamente, esto es perverso porque es revolucionario.

Alcibiades fue alumno de los sofistas y de Sócrates, del que no aprendió nada. Pertenecía a una familia noble y rica de Atenas, sobrino de Pericles, joven, rico y atractivo personalmente consiguió que Atenas organizara una flota para llevar la guerra contra Esparta a Sicilia en contra de lo que siempre había mantenido su tío Pericles y opinión que, en ese momento defendía su contrario en la asamblea ateniense, Nicias, que poco tiempo antes había conseguido firmar la paz de su nombre con Esparta. Como Nicias se mantuvo contrario a la expedición de Sicilia porque la veía muy peligrosa para Atenas, Alcibiades propuso a la asamblea que la expedición fuera dirigida por Nicias y a este le espetó que no estaba de acuerdo con la expedición porque era un cobarde.

La expedición se realizó, terminó en un gran fracaso y con Alcibiades huido a Esparta para no ser juzgado por el delito de presunto mutilador, junto con sus amigos, de los hermes durante una noche de borrachera, sobre todo política, por el triunfo en la asamblea sobre la expedición a Sicilia. En Esparta contó todos los secretos militares de Atenas, y el triste final de todo esto fue que Atenas perdió la guerra y quedó abolida la democracia.

¿Y a nosotros qué nos concierne de todo esto? Mucho. Estamos en periodo preeletoral y convendría que nuestros líderes políticos tuvieran presentes estas actitudes y en lugar de hacer frases ingeniosas reflexionaran frente a los electores sobre cómo se proponen solucionar los problemas del país: cómo salir definitivamente de la crisis sin dejar, realmente, a nadie en la cuneta, cómo pagar nuestro endeudamiento sin arruinar el bolsillo de los ciudadanos, cómo sacar a la Seguridad Social del déficit para que las pensiones se puedan seguir pagando con el nivel actual, qué debemos hacer para convertirnos en un país tecnológicamente avanzado en el que nuestras presentes y futuras generaciones no tengan que emigrar y puedan regresar los que se fueron, cómo lograr que todas las instituciones estén al servicio de los ciudadanos y funcionen con transparencia, cómo regresar a los niveles de protección y bienestar social anteriores a la crisis, etc. En definitiva, propuestas concretas y realistas.

¿Quiero con esto decir que nuestros dirigente políticos son gente sin conocimiento? No, pero parece que actualmente lo importante es ganar y no importa cómo. No importó presentar un programa en las anteriores elecciones para  después hacer lo contrario. ¿Podemos creer que España ha superado la crisis sin permitir que nadie quedara al borde del camino? ¿Recuerdan cuando nos decían que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades y que de ahí venía la crisis, y ahora sabemos por las operaciones policiales y judiciales: Gürtel, Malaya, Pokemon, Púnica, Eres, Palau y un larguísimo etc., que, en realidad, unos cuantos, muchos, vivieron, y quizá siguen viviendo, por encima de nuestras posibilidades?

Los sofistas actuales intentarán sepultar la virtud y el conocimiento en un mar de palabras y frases más o menos ingeniosas. Nos corresponde a los ciudadanos poner de manifiesto ese hecho y hacer aflorar la razón, porque el sueño de la razón produce monstruos (Goya, capricho 43).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Contacto: pedroalvarez.name@hotmail.es