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Pablo Morán Aramburu terminó sus estudios de bachillerato en el Instituto “Mariano Quintanilla” en el año 2013 y comenzó a estudiar Enfermería en la Universidad Autónoma de Madrid.

 

Evidentemente, tiene una vocación social y asistencial como tantas personas dedicadas a la medicina, la educación, etc., pero él va más allá.

 

El verano pasado viajó a la mediana ciudad de Debre Zeit situada a 40 Km. de Addis Abeba, capital de Etiopia, con una pequeña ONG, Denaderu, fundada por Alicia y Elena de los Frailes y Miguel Soberón. Allí, las calles son en su mayoría de tierra y están generalmente embarradas, excepto las vías principales que están adoquinadas.

 

En esta ciudad, los Salesianos de Don Bosco tienen algunas instalaciones, entre ellas: un preescolar, que admite cada a día a 100 niños, y un centro escolar al que  acuden 600 jóvenes y donde se ofrece a los más pequeños escuela y guardería durante los meses de verano y, además, se realizan repartos de alimentos, ropa, material escolar etc. a las familias del barrio.

 

Conocía la ONG por sus primas, Alicia y Elena, pero la conciencia socioasintencial de Pablo le reclamaba más implicación que el mero conocimiento de la existencia de la ONG, y decidió pasar por la experiencia directa de lo que en alguna ocasión le habían contado. De manera que decidió viajar a Etiopía.

 

Nuestra función allí “consistió en impartir clases de inglés básico a los más pequeños durante la mañana y organizar juegos y actividades por la tarde”, cuenta Pablo, con la sencillez de quien lo hiciera habitualmente a la puerta de su casa.

 

En Etiopía, uno de los países más pobres del mundo, todo le llama la atención a un occidental: la gente, la ciudad, los animales sueltos por la carretera…etc.

 

Un 80% de los niños presentan desnutrición, las viviendas están construidas con paredes de adobe, el piso es de tierra y el techo de chapa, en realidad, son autenticas "chabolas" para unas 5 u 8 personas y, por supuesto, no cuentan con agua ni luz ni condiciones de saneamiento. Los que disfrutan de algún acomodo tienen el suelo de baldosa y un colchón donde dormir. Todo un lujo.

 

La economía familiar está basaba en la poca agricultura que aún existe y en el pequeño comercio local. Por lo tanto, la mayoría de las familias no poseen lo suficiente para satisfacer las necesidades básicas, de ahí que los salesianos traten de cubrir parte de las necesidades básicas con la distribución de tef (cereal base de la alimentación) y con el reparto de una taza de leche y un trozo de pan diarios a los más pequeños que acuden a la guardería. Pero estas ayudas están condicionadas a las donaciones que se hacen desde España y otros países. Por lo que la alimentación de muchas familias depende, desafortunadamente, de las donaciones.

 

Junto con otros voluntarios, se encargó del reparto de esa taza leche y del trozo de pan para esos 100 niños de la guardería. Pero, ¡sorpresa! el número de niños que acuden para recibir estos alimentos se duplicaba en muchas ocasiones, es decir, que las raciones se reducían en la misma proporción que aumentan los niños, quedando en muchas ocasiones en una cantidad ridícula y sabiendo que para muchos de ellos esta era la única comida diaria, y esto es duro de recordarlo y más aún de vivirlo.

Los jóvenes del lugar ayudan en la organización de las actividades realizadas en las instalaciones de los salesianos, y esto le dio ocasión de mantener relación con ellos. Así, supo que muchos de estos jóvenes piensan que su horizonte próximo es irse del país como inmigrantes, ilegales si era necesario, y esto a pesar de ser conscientes del largo y peligroso viaje que tendrán que realizar para llegar a Europa o a Arabia Saudí, que son los lugares donde piensan que pueden encontrar un futuro mejor.

 

Pablo se preguntó muchas veces qué motivos podrían tener para arriesgar su vida en esa emigración y la respuesta siempre fue idéntica: "aquí no tenemos futuro". Ellos, como cualquiera de nosotros, desean tener en un futuro próximo un trabajo, una casa y unas condiciones de vida que saben que existen, pero que en Etiopía nunca van a podrán tener.

Es duro para todos, también para Pablo, conocer directamente que personas de la misma edad, por el simple hecho de haber nacido al otro lugar, no pueden tener las mismas oportunidades y calidad de vida de la que él, nosotros, disfrutamos.

Trascurrido el mes de su estancia vivida con la gente del país y viendo la situación de los niños con los que estaba cada día, su pensamiento respecto de muchos aspectos de la organización de las cosas del mundo, si es que están organizadas, cambió. Aunque me atrevo a decir que ya había comenzado a cambiar cuando decidió comenzar con esta experiencia. Para Pablo quedarse de brazos cruzados no es una opción y ha decidido continuar colaborando con la ONG Denaderu que, por ahora, tiene varios proyectos por realizar, que claramente dependen de la financiación que puedan conseguir. Por ello, anima desde aquí a todo aquel que le interese a que se informe de los proyectos y actividades que organizan -página Web de la ONG www.denaderu.org y página de Facebook: Denaderu- a contribuir con donativos y a participar en las actividades de la ONG.

 

¡Ánimo! Pablo y gracias. Esto que haces tiene un gran mérito, no sólo porque lo haces sino también porque tienes esperanza y confianza en mejorar las situaciones de los otros, los próximos aunque estén en Etiopía.