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Beatriz Llorente Sanz actualmente tiene 28 años y no guarda muchos recuerdos positivos del Instituto, quizá porque el ambiente no se relajó hasta segundo de bachiller. Entre sus recuerdos cuenta con sus primeros amores y desamores y la relación con algunas personas que ella considera “muy especiales” y a las que recuerda con cariño.

 

Recuerda haber tenido buenos profesores, con alguna excepción, a los que agradece que le hayan proporcionado unos conocimientos de base que, posteriormente, le han permitido colocar adecuadamente lo aprendido en la Universidad. Guarda muchos recuerdos positivos de esos profesores y, aún más, la formación del Bachillerato, tal vez también la anterior, aunque no lo recuerda de una forma tan consciente, le enseñó a poner en marcha el pensamiento crítico que le ha sido imprescindible para enfrentarse al mundo. Así, considera que es muy importante acompañar en el desarrollo de este pensamiento crítico a todos los alumnos y que es una tarea difícil que en nuestro Instituto sí se producía, aunque, obviamente, desdeña a quien, como excepción, en lugar de ayudar al progreso en el aprendizaje castiga la falta de él colocando al alumno en el “grupo de los tontos” por no aprobar un examen parcial.

 

Tras finalizar el instituto estudió la Diplomatura de Trabajo Social en la Universidad Complutense de Madrid, vocación que surgió durante el segundo curso de bachillerato, quizá como consecuencia de los atentados del 11M. Ese día, el Instituto tenía programada una visita a AULA, la muestra de oferta educativa, en el IFEMA, que el Instituto suprimió por el atentado, y para compensar esa inasistencia se programó

posteriormente una visita a la Universidad Complutense. Beatriz acudió a Somosaguas para conocer la facultad de psicología, pero antes asistió a la presentación sobre las carreras disponibles en el campus. Que si todos los alumnos de administración de empresas tienen empleo en tres meses, que si el Derecho tiene muchas salidas pero elseñor que lo presentó, muy serio y con cara de pocos amigos, lo hizo tremendamente aburrido y, por último, Aurora Castillo, de trabajo social, que resultó ser una figura de referencia en su ámbito, además de profesora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Complutense.

 

Aurora, mucho más didáctica y amena, expuso su visión del trabajo social como herramienta para cambiar el mundo, para mejorar la vida de los individuos, grupos y comunidades, para el cambio, para el crecimiento… Habló de decenas de campos profesionales y la verdad es que todo fue muy emotivo. ¿Cómo iba a irme con el psicólogo, el economista o el abogado? Aunque  “recuerdo una Facultad bastante lúgubre”, resultó que ya estaba enganchada al trabajo social y ahí sigue, igual o más enganchada que entonces. 

 

Realizó las prácticas de la carrera de Servicios Sociales Básicos en el CEAS del Ayuntamiento de Segovia y en él ha continuado la mayor parte de su recorrido profesional trabajando en diversos ámbitos: atención en zona,  puerta de entrada a los servicios sociales, es decir, donde se ve de todo, la promoción de la autonomía y la atención a la dependencia, la prevención de drogodependencias en juventud, gestionando la subvención Segovia Joven y la puesta en marcha del Banco del Tiempo del Ayuntamiento de Segovia. Todo ello enmarcado entre el estudio permanente y las oposiciones “estudiar y opositar, opositar y estudiar” después de dejar parte de ella cada día y en cada trabajo para  poder continuar el mayor tiempo posible, lo que se pone difícil bajo el desamparo de los contratos siempre temporales.

 

Entre otros méritos le acompaña el de ser  presidenta del Colegio Oficial de Trabajo Social de Segovia, donde llegó en un difícil momento personal porque no tenía posibilidades de trabajar y no quería desvincularse de la profesión, cuando la crisis económica estaba en pleno apogeo, año 2009, cuando el número de colegiados había disminuido y se hacía imposible hasta pagar el alquiler de la sede lo que llevó al colegio de Segovia a fusionarse con el de Valladolid, que nos permite sacar los cursos de formación adelante y una atención a los colegiados más completa y continuada.

 

En la actualidad trabaja para la Diputación Provincial de Segovia, concretamente en el Centro de Servicios Sociales “La Fuencisla”, un centro con una unidad de rehabilitación psiquiátrica, residencia para personas de la tercera edad y residencia psicogeriátrica. 

 

Queda poco de la chica que pasó por el Instituto. Ahora, no fuma, ya no pelea con los padres, ni es tan impulsiva como fue ¡cosas de la madurez! Y del escarmiento que proporciona la vida. Así, cuando terminó la carrera se prometió a si misma que no trabajaría con presos ni en la salud mental porque no se creía capaz y, sin embargo, ahí está en un enorme centro dedicado, en gran parte, a la atención integral de personas con enfermedad mental y trastornos graves del comportamiento, que lo considera el mejor trabajo que ha hecho en su vida profesional puesto que le proporciona la cercanía que muy difícilmente puede tener un trabajador social en otros ámbitos. 

 

Además, tuvo la inmensa suerte de llegar al Centro cuando se ponía en marcha el proyecto “En mi casa”, que representa una revolución en la atención residencial, algo de lo que se enorgullece en mostrar a cualquiera que quiera acercarse a conocerlo porque a los residentes les aporta una personalización en el trato, que es difícil en grandes centros, y porque les dota de autonomía, entendida como  la capacidad de tomar decisiones sobre su propia vida sin que otros las tomen por ellos, la regla general en las residencias.

 

Este  innovador y pionero proyecto en el sistema público de Castilla y León y el trabajo le entusiasma tanto que podría pasar horas hablando de sus excelencias. Conoce las limitaciones de las maltrechas arcas públicas, pero el beneficio es inmenso para los residentes, y le gusta recordar que no hay nada como vivir en casa, que la residencia es el último recurso y que nadie está en una residencia porque lo desee, sino por necesidad. Los últimos años de la vida son eso los últimos, la salud normalmente no acompaña y es imprescindible que estos años transcurran de la mejor manera posible.

 

Su entusiasmo por este trabajo es tal que necesita recalcar que ¡ojala! en breve todos los modelos residenciales puedan adaptarse a esta forma de atención, porque la mejora en la calidad de vida es muy considerable y pagaría por quedarme años en la residencia porque el trabajo le encanta y se siente muy cómoda.

 

Desgraciadamente, sólo le renuevan el trabajo cada tres meses y apenas sabe qué será de ella en el próximo febrero, quizá nuevos estudios para nuevas oposiciones, redacciones de currículos para conseguir hacerse un hueco como trabajadora social de forma estable, cosa difícil porque puede que la única plaza convocada quede desierta, dinámica habitual en el Ayuntamiento. Aún así, hay que reponerse y seguir hasta que se de la oportunidad.

 

A las nuevas generaciones les recomienda, en primer lugar, encontrar su vocación, el trabajo con el que no les importe levantarse cada mañana para ir a trabajar, el trabajo que les motive y les llene, sea el que sea, y que luchen por él, por muy difícil que sea porque la recompensa es enorme y aunque el camino se haga difícil, y siempre habrá quien lo ponga aún más complicado, hay que aprender de los errores y trabajar siempre por tu objetivo final. También les propone que no salgan de la carrera pensando que lo saben todo, porque cuando ”terminas lo que en realidad pasa es que eres quien menos sabe”, que actúen con humildad y honradez y que aprovechen la oportunidad de aprender de todos los profesionales que se encuentren en su camino.