De
equivocación en equivocación
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“Lo siento mucho. Me
he equivocado y no volverá a ocurrir”. Con esta frase el Rey admitió en abril de 2012 su equivocación.
Todos supusimos que se refería al viaje a Botswana para cazar elefantes,
pero él no lo aclaró. También pudo referirse a su rotura de cadera o a que
fuera en plena crisis económica o a cualquier otra circunstancia del viaje.
En cualquier caso, se inició una serie de equivocaciones que nos mantiene
desde entonces en el error.
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El Gobierno socialista
indultó al consejero delegado del Banco Santander, Alfredo Sáenz,
de la condena que le impuso el Tribunal Supremo por acusación falsa cuando
presidía Banesto, tiempo después el Tribunal Supremo anuló parcialmente el
indulto y ante el recuso del señor Sáenz el mismo tribunal volvió a
confirmar su sentencia de anulación parcialmente el indulto.
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Se equivocó la Agencia
Tributaria al adjudicar a la infanta Cristina numerosas compras y ventas de
pisos y fincas. También parece que hubo errores en algún notario al
facilitar los datos a Hacienda.
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Tampoco el ministro de Exteriores
se ha librado de las equivocaciones. "Si hay algún malentendido, yo no
tengo ningún inconveniente en pedir disculpas al presidente. Si cree que se
ha producido un malentendido, no hay problema", dijo el ministro
García-Margallo refiriéndose al incidente que retuvo al avión del
presidente boliviano en Viena durante más de 13 horas; y lo hizo después de
asegurar la semana anterior que España no iba a pedir disculpas a Evo
Morales, pero las cosas cambian.
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“Me
equivoqué. Señorías, lo lamento pero fue así”. Con esta escueta frase reconoció el presidente Rajoy su error al confiar
en el señor Bárcenas durante varios años. Aunque todo indica que hubo más
que una equivocación.
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También ha habido equivocaciones
en los indultos del rey Mahamed VI y todo parece indicar que también en los
Ministerios de Justicia y Exteriores españoles al no avisar a Marruecos que
no correspondía lo concedido con lo pedido.
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En fin, que las más
altas instancias del Estado van de equivocación en equivocación. ¡Qué país!
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