ESPAÑA NECESITA EL
CONSENSO
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El debate de los presupuestos Generales del Estado se ha saldado con
la casi unánime oposición de todos los grupos del Congreso de los diputados,
con la sensación, por parte de la ciudadanía, de que se ha perdido otra
oportunidad y de que los llamados mercados tampoco se fían de su
cumplimiento.
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El Gobierno equivocó el camino al diferir su presentación a fechas
posteriores a las elecciones, y ahora se equivoca nuevamente al ampararse
en la mayoría absoluta que le otorgaron las elecciones generales pasadas.
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En primer lugar, la mayoría absoluta de la que ahora disfruta el
Gobierno se le otorgó en unas elecciones en las que el PP en ningún momento
habló de lo que ahora hace. Muy al contrario, proponía en algunos casos
todo lo contrario.
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En segundo lugar, cuando el PP se presentó a las elecciones ya
conocía la herencia que iba a recibir, o debería saberla, porque después de
ocho años en la oposición no se puede argumentar que el Gobierno anterior
ha dejado una herencia inesperada porque en ese caso ¿qué oposición hacía
el PP? A mayores y por si fuera poco, el propio PP habló de un
transferencia de poder modélica. Y abundando, las previsiones de los
organismos públicos y privados apuntaban a que cuando salieran las cifras
de déficit definitivas del cuarto trimestre del 2011 serían mucho más
parecidas a las que han resultado que a las previsiones del Gobierno,
porque se intuía una caída del consumo y, por tanto, de la recaudación
fiscal.
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Por último, las comunidades autónomas responden de una parte
importante del déficit actual. Quince de ellas estaban gobernadas por el PP
desde las últimas elecciones autonómicas y en muchas los responsables del
déficit eran los gobiernos del propio PP, puesto que las gobernaba con
anterioridad. En cualquier caso, bien pudieron facilitarle los datos reales
si es que no lo hizo, que lo dudo, el Gobierno anterior.
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Pero, aunque todo esto no fuera cierto, el Gobierno se equivoca al
aprobar los Presupuestos con el casi exclusivo apoyo de los diputados del
PP porque España necesita el consenso. Con él se hubiera dado una señal a
los mercados de que la acción política, respecto de la economía, está
avalada por todos, o al menos por los grupos políticos mayoritarios, lo
que, sin duda, hubiera contribuido a dar credibilidad a las cifras del
Presupuesto y, por tanto, se habría rebajado el interés de los préstamos
que necesitamos día sí y día no para poder pagar los servicios esenciales.
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Además, el consenso hubiera permitido llegar a acuerdos respecto de
la financiación de algunos aspectos esenciales para salir de la crisis y,
una vez fuera de ella, para que nuestra economía remonte como por ejemplo
la educación y la investigación.
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El consenso habría alumbrado una esperanza en una sociedad cada día
más deprimida por la situación económica que padece, habría mejorado la
imagen de la clase política entre los ciudadanos, que opinan, según las
encuestas del CIS, que es el tercer problema del país y, por último,
habrían transmitido la sensación de que realmente se están ocupando de los
problemas de los ciudadanos y no sólo de sus peleas, muchas de ellas
estériles.
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Una nueva ocasión perdida.
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